21 de diciembre de 2011

El despertar…Renovada...la internación.

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Lo primero que recuerdo son voces, a lo lejos. Escuchaba a personas ir y venir, pero no tenía imagen.

A medida que  pasaba el tiempo, no sé cuánto, las voces se iban haciendo más cercanas y claras, con el recorrer de los minutos reconocí la voz de mi cirujano, que me preguntaba si estaba bien.

Abrí los ojos y lo vi, lloré. Era una mezcla rara de emociones, estaba feliz porque todo había salido bien y había “renacido”, como dicen muchos, y también estaba asustada, confusa por la anestesia y un poco adolorida.

Asentí con la cabeza que estaba bien, me daba cuenta que no podía hablar y además sabía que no tenía que hacerlo. Tenía frío y movía la cabeza de un lado al otro, por efecto de la anestesia.

Recuerdo que me dolía más el pié derecho que el  estómago en sí, toda mi atención estaba centrada en el pié ya que no me parecía normal que me doliera más que la panza después de semejante cirugía.

No debía hablar, pero lo hice:

- Me duele el pié- le dije al Giordanelli.

-¿El pié?, me dijo él.

-Sí, lo tengo dormido, ¿Es normal?- le pregunté.

Me respondió que sí, que era por la posición en la operación, nunca entendí muy bien y admito que siempre olvidé preguntar nuevamente, me hizo masajes en el pie, creo que me volví a dormir.

Lo próximo que recuerdo ya con imágenes más nítidas es despertar cuando la camilla comenzó a moverse. 

Tal como en las películas o series de TV de hospitales veía las luces del techo desde mi camilla mientras me llevaban a la habitación.

Cuando llegué al cuarto estaba mi mamá que pegó un salto desde el sofá y se acercó a saludarme, mi papá tengo entendido que estaba fumando abajo.

Pasaba el tiempo, la visión iba mejorando, entraban y salían personas de la habitación, supongo que médicos, no estoy segura, seguía medio atontada por la anestesia.

Al rato -no sé cuánto- reconozco la voz de Giordanelli en la habitación, ya con “ropa habitual de médico”, (léase: delantal y no el espantoso “ambo” de cirujano), vino a contarle a mis padres que había salido todo bien, que me habían hecho un estómago muy pequeño debido a mi estatura y mi contextura física, que no tenía que hablar y que debía descansar ya que por la tarde tenía que salir a caminar.

Recuerdo haberle preguntado si (yo) había hecho bien las cosas, si había encontrado todo bien “adentro”- me dijo que sí- que había hecho bien los deberes, me felicitó y me dijo que me quedara tranquila. Lloré una vez más.

Según mis padres volví al cuarto a las 12 del mediodía aproximadamente, entré a quirófano a las 8 AM, no se cuento tiempo estuve en la sala de recuperación que es algo así:




Mis viejos hablaban en voz baja, no sé de qué, se que estaban ahí, nada más. Dormí por varias horas.

No tuve náuseas en ningún momento, esto puede variar en cada paciente. Recuerdo tener mucha pero mucha sed, las enfermeras me dijeron que era efecto de la propia anestesia.

En cuanto al dolor, no voy a mentirles, dolía, bastante, yo nunca había sido operada de nada, así que no puedo compararla con alguna otra cirugía. Como describirles el dolor, duele en la boca del estómago y en la espalda, como si fuese un dolor muscular, de espalda, fuerte, pero no imposible de soportar, y miren que soy "maricona" al mango.

Apenas llegué entraron las enfermeras, me colocaron suero, morfina y analgésico.

El analgésico está todo el tiempo circulando, la “maravillosa morfina” te la aplican cada 4 otras y realmente el mundo “florece” en ese momento.

Te colocan unas botas para evitar la trombosis, éstas se inflan y desinflan todo el tiempo, yo las odiaba, no me dejaban dormir, pero eran necesarias (puede variar según el equipo médico, algunos colocan vendas o medias), acá un ejemplo de ellas:




Yo no quise recibir visitas, pedí que no fueran a verme ya que no iba a poder hablar y quería estar tranquila y relajada, no funcionó, traten de ser SUPER ESPECÍFICOS al respecto, es mejor NO recibir visitas.

El primer día me la pasé dormitando, entrecortado, cuando el dolor venía me despertaba, pedía el “rescate” de morfina y el mundo volvía a “florecer”.

Podría mentirles y decirles que NO DUELE, ¿pero para qué?, en mi blog intento manejarme como en la vida, pienso que mentir no sirve, salvo que sea extremadamente necesario, y no es el caso, hay que saber y ser consciente que el primer día vas a estar bastante molesto, es una cirugía, no un paseo por el botánico.

A media tarde me dieron ganas de hacer pis (orinar, para los extranjeros), me alcanzaron la chata y me horroricé, ¡ni loca!, quise ir al baño, a hacerlo por mis propios medios. Dolió un poco el pararse pero además de hacer pis necesitaba ponerme una “bombacha”, hacía más de 8 horas que estaba con los genitales “al viento”, suficiente para mí.

Festejaron que pudiera hacer pis por mis propios medios y aprovecharon que estaba parada y me mandaron a caminar. No saben el alivio que es para el dolor de espaldas, les juro.

Al rato vinieron los médicos que estaban de guardia haciendo rondas y me hicieron el primer control.

Me tomaron la presión, la temperatura, controlaron las medias inflables, me tocaron la panza -casi los mato- miraron mis pupilas, cambiaron los remedios, etc.

El día pasó rápido, por la tarde vino mi “padrino” bariátrico, Marcelo Doullié, fue un gusto verlo ahí, estuvo un ratito, tranquilizó a mis padres y me dio algunos consejos.

Párrafo aparte se merece la "libretita/anotador", elemental para la supervivencia del paciente bariátrico, NO SE PUEDE HABLAR, de esta forma se evita tener gases, ¡que duelen como un demonio!.
Sigan mi consejo (y el de cualquier operado), escriban, no hablen, para nada, jueguen al "mudito". Acá les dejo una muestra de mi libretita.





No podía dejar de pensar en todos los que me habían estado "bancando" en facebook, quería avisarles que todo estaba bien, así que pedí mi celular y con el poco de lucidez que tenía posteé lo siguiente:



Llegó la noche y simplemente me dormí, recuerdo tener mucho calor, la temperatura de la habitación estaba a 23°C y no hubo forma de pedirles que bajaran la temperatura, al tiempo desistí y me volví a dormir.

Así fue pasando la noche, dormía entrecortado, dolía y me despertaba, venía el “rescate” de morfina y volvía a dormir.

Sin darme casi cuenta amaneció, yo estaba DESESPERADA POR AGUA, pero no había chance.

Amanecí con mucho menos dolor y ya no pedí más morfina, con el calmante que corría por intravenosa era suficiente, así que les dije que no quería más morfina.

Caminé en dos oportunidades por la mañana, alivia mucho pero mucho el dolor de espalda. Vinieron mas visitas, más médicos a hacer nuevamente controles, mas pis, todo transcurría normalmente, según lo esperado.

Al fin vino mi otro cirujano, el Doc. Pablo Monti y escuché lo que más había anhelado desde que salí de cirugía – Ya vas a poder comenzar a tomar agua- ¡YEAHHHH!.

Anteriormente sólo me habían permitido mojarme los labios con agua, eso ya me resultaba bastante reconfortante, recuerdo a mi madre pegada a mi espalda (literal) “controlando” si realmente no me tomaba el agua…..supongo que son “cosas” de madre.

La orden fue, pequeñísimos sorbos primero en una jeringa de 10ml de agua en una hora, luego 20ml y así sucesivamente hasta llegar a 30 o 40 ml. Si vomitaba o me sentía mal debía dejar de hacerlo.

Yo creo que estaba tan pero tan preparada y convencida de la decisión que había tomado que todo salió perfectamente, no vomité, no me dolió la panza, no me atoré, no hice pis en la chata, caminé lo que me pidieron y más. Creo realmente que mucho tiene que ver en la recuperación la actitud que le pongamos a la situación.

La ecuación del éxito:
0% de victimización + 100% de buena predisposición= Alta pronta y exitosa.


Por la tarde vino Giordanelli y me vió acostada mirando TV, me levantó como “chicharra de un ala” y me dijo:

-¡Arriba, arriba!, ¡la cama solamente para dormir!

Creo haberles contado que mi cirujano era un hombre de pocas y concisas palabras, ¿No? Así que arrancamos nuevamente con las caminatas, me gasté los pasillos del Cemic.

Ese día me visitaron, Sandra (esposa de papá), Sebas(mi amigo y hermano de la vida) y mi tía Mirta (hermana de papá, con su esposo, el tío Quico).

La noche nuevamente llegó y pedí por favor que me sacaran las botas inflables, como premio por haber caminado tanto decidieron darme el gusto, dormí plácidamente y sin morfina.

Amaneció el día tres, 22 de Diciembre de 2011, yo me dije –Hoy me voy a casa, cueste lo que cueste-.

Me levanté de la cama e hice todos los deberes, me bañé, hice pis, tomé agua y caminé, todo.

Al mediodía vino Giordanelli nuevamente y me dio el alta, ¡qué emoción!

No me fui antes del respectivo sermón del doc. Creo que todos los paciente de Carlos Gio tendrán una versión “similar” sobre el paciente que “salió con el alta y comió”….jajajajaja.

Algunos escucharon que “se comió una porción de tarta”, otros “una aceituna”, otros “una uva” y yo “un alfajor”…, creo que nos cuenta la versión que más se adapta a los gustos de cada paciente. ¡Sos lo más Carlos Gio, pero te descubrimos! (nunca se lo dijimos).

La historia cuenta que “un paciente que fue dado de alta comió… (Varía según el paciente)…y tuvieron que meterlo al quirófano nuevamente”. Todos entendimos el mensaje, queda claro, ¿No?.

Armé nuevamente mi bolso, que volvió así como fue, intacto.

¡STOP!, no me fui sin pesarme antes, había llegado con 97,4kg y me fui feliz y renacida con 94,3kg.

También me llevé a casa uno de los drenajes que me pusieron cuando hicieron la cirugía, debo admitir que pensé que iba a ser un infierno y la verdad fue lo menos problemático de todo el proceso, son algo así:



Nada, supérenlo, van a convivir con el al menos por 7 días, se puede, al segundo día ya no te molesta mas.

No puedo decirles que fue una hermosa estadía en un SPA, pero si puedo decirles que mi vida cambió para siempre en esos dos días, aprendí más de lo que creí. Salí de ahí operada pero también más sabia. 

Comprendí que puedo soportar mucho más de lo que consideraba posible y, por primera vez en mi vida acaté todas las reglas establecidas sin siquiera quejarme.

También comprendí que aunque pueda estar muy molesta con alguien las prioridades cambian todo el tiempo y hay que poder entenderlo y evolucionar.

Salí de ahí más madura y preparada  que nunca para la nueva vida que arrancaba, que no iba a ser tan fácil como creía.

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