(No recomiendo
consumir ninguna medicación, sólo cuento mi experiencia).
No voy a mentirles, soy una combinación medio rara entre la persona
más maricona del universo y la guerrera más valiente cuando es necesario serlo,
pero para la endoscopia prevalecía mas la primera que la segunda.
Estaba de atar, literal, realmente de atar. Tenía más miedo
de la endoscopia que de la cirugía en sí. Mi fantasía era la siguiente:
1°. Pensaba que ¡la
manguera que te metían por la boca era similar a la de los bomberos para apagar
el fuego de un edificio completo!, jajaja, les juro.
2°. Tenía miedo de la anestesia, (miedo a no despertarme) y
a la vez (miedo a despertarme en medio de….).
3° Imaginaba que podía no sé, despertar en medio del
procedimiento con “eso” en la boca y no poder respirar y no sé cuantas pavadas
mas del tipo “Endoscopista sádico y malo”.
Tenías que ir con alguien que te acompañara y debo reconocer
que mi “compañero” no era más valiente que yo, ese era otro tema, estaba más
asustado que perro en bote (mi padre), pero bueno, el pobre era quien estaba disponible y
dispuesto a ponerle el pecho a la situación.
Apenas llego al Cemic de Las Heras, nos hacen subir al 2°
piso (yo me sentía cual vaca yendo al matadero, lo de “la vaca” es mera
casualidad eh!).
Llegamos y una enfermera me pide que deje mis pertenencias
en una especie de casillero con llave, me da una bata, unos zapatitos de tela y
un gorrito, ¡todo re divino! (léase sarcasmo).
La bata ¡COME ON!
¡Era para una Barbie!, me sobraba
cuerpo y me faltaba bata por todos lados, aún así me porté cual DIVA y desfilé
derechita por el pasillo hasta la habitación de la endoscopia.
Mi padre, valiente como él solo y para apaliar la espera se
fue a fumar y tomar un cafecito.
Apenas entré a la habitación busqué al anestesista, tuvimos
la siguiente conversación:
Yo: Mucho gusto, soy Natalia, tengo algunas preguntas que
hacerle.
Él: Si, las que quieras, mi nombre es (“No me acuerdo”).
Yo: ¿Salió anoche?.
Él: No.
Yo: ¿Tomó alcohol?.
Él: No.
Yo: ¿Está seguro? (que atrevida, supongo que era el miedo
hablando por mí).
Él: Si, estoy seguro.
Yo: Bué….listo entonces, ¿Qué hago?, ¿Me acuesto?....
Todavía no entiendo como ese hombre no me sacó de la habitación
“como chicharra de un ala”…
Yo: ¡Ah!, me olvidaba…anoche estaba muy nerviosa y me tomé
un “pedacito” (0,25) de Alplax, ¿algún problema? .
Él: (se acercó a mi oreja y me dice) ¡Esa cantidad es prácticamente
un placebo, tranqui que no pasa nada!, (demonios, ¡yo creía que estaba re
tranquila con eso!).
Me hice la “corajuda” me tumbé como me indicaron hacia un
costado y me dijeron:
Él: Por favor, contá en vos alta de 10 a 0.
Yo: 10, 9, 8…….¡GAME
OVER!
Lo próximo que recuerdo es estar en una camilla pero en otra
habitación (la sala de recuperación). Como explicarles, fue la sensación más “agradable” que había
experimentado en la piel hasta el momento, como si uno estuviese “afelpadita”,
como el muñequito de “Vivere”, jajajajaja.
Les juro, y la piel se siente “tibiecita”, si, todo con
diminutivo. Escuchaba todo “como desde dentro de un tubo”, a lo lejos,
no veía nada, al comienzo, luego mejora.
No sé cuánto tiempo transcurrió, pero al tiempo de esta sensación
de “afelpamiento” en la piel vino la de “ser muy liviana” y sentir que estaba
en “tarlipes”, no sabía si tenía la bata puesta o no, y aún estando re drogada
sabía que mi papá iba a volver en algún momento y ¡me moría de vergüenza! La sensación
era la de “Estar corriendo en “tarlipes” por las nubes o algo así”.
Me preocupaba hablar rápido con la enfermera para que me
aclarara (antes de que llegara mi padre) si tenía yo la bata puesta o no, pero la
pobre estaba muy ocupada con un señor al lado mío que tenían que operar y se había
comido unas galletitas con un té antes de ir y no tenía las horas de ayuno
necesario, yo estaba “grogui” pero lo suficientemente lúcida como para saber que
se había mandado un mocaso el viejo.
Cuestión, llega mi padre nomás……………yo helada, no lo quería
mirar, me preguntó si estaba bien y yo le pedía que saliera, que me esperara
afuera, jajaja, me volvía a preguntar si estaba bien y yo le decía que me esperara
afuera….
El pobre me vió re “rara” (dadas las circunstancias) y me
preguntó que me pasaba, no pude más y le dije:
Yo: ¿Papá, no importa, pero decime la verdad, tengo la bata
puesta?.
Él: ¿Qué?, no te entiendo.
Yo: ¿Tengo o no tengo la bata puesta?.
Él: (que es medio sordo) ¿Qué bata?.
Yo: ¡Entonces estoy en bolas!, ¡yo sabía!.
Él: ¿En bolas? ¿De qué hablás?.
POR FIN vino la enfermera y le dice, -No se preocupe Señor,
son los efectos de la anestesia, ya se le va a pasar-.
Yo: Pero entonces, ¿tengo o no tengo la bata puesta?.
Jajajajajajajajajajajajajajajajaja, recién lo supe cuando se
me pasó el efecto de la maravillosa anestesia, y sí, TENÍA LA BATA PUESTA.
(Para los vivos que se están diciendo, ¿Porqué no se tocó
para ver si tenía la bata?, ME TOQUÉ…salames…pero me sentía AFELPADITA y no
distinguía si la tenía puesta o no).
Listo, era necesaria la aclaración.
Resumiendo, no te enterás de nada, no duele nada y luego averigüé
que la “famosa” video-endoscopía duró solo 5 minutos de reloj.