25 de septiembre de 2012

Destierre a su pesimista interno

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Una visión oscura de la vida puede transformar triunfos en derrotas... Somos responsables de nuestra desdicha o felicidad.


  • Siempre ven el vaso medio vacío.
  • No encuentran nada positivo para rescatar de su vida diaria. 
  • Lo que hacen les resulta aburrido, tedioso, insoportable.
  • Parecen ir por la vida arrastrando los pies y su alma con una permanente queja que ve siempre en los otros, en el destino o en la mala suerte el origen de todas sus desgracias. 

¿Reconoce esta descripción?

¿Conoce a alguien de su entorno con estas características? 


Así es una persona pesimista. Alguien peligrosamente influyente: basta conversar con un pesimista para quedar con dolor de cabeza, bostezos y una idea negra acerca del futuro.

Para el psiquiatra David Burns, muchas veces las personas son ilusionistas del pesimismo. Su visión de la vida transforma posibles triunfos en fracasos o derrotas. Construyen, a cada paso y con cada pensamiento, esa vida monótona y gris de la que tanto se quejan. Cargan su mente de pensamientos tan negativos que distorsionan la visión de su mundo y la transforman en algo sombrío que les impide ver cualquier tipo de esperanza.

¿Cómo cambiar esta percepción? En primer lugar es preciso reconocerla. Quien se encuentra enceguecido por este modo negativo de pensar difícilmente pueda una mañana levantarse y decir “hoy empezaré a disfrutar de la vida”.

Hacerse cargo de uno mismo, convertirse en responsable de la construcción de la dicha o la desdicha, es un camino sinuoso pero no imposible de transitar. Las claves que compartimos a continuación intentan ayudar al pesimista a que se reconozca. También pueden ser una guía para que quien convive con un pesimista pueda implementar estrategias y ayudarlo (o ayudarse).

De cualquier modo, buscar atención profesional suele ser la mejor recomendación. El trabajo terapéutico es el complemento ideal de la voluntad de cambio, especialmente en aquellos que no encuentran solos la salida. Muchas veces mostrarle al pesimista lo afortunado que es por tener trabajo, salud, afecto y contención no resulta suficiente para que modifique su manera de pensar, arraigada durante años. Optimista no se nace, se hace. Pesimista, también. En cualquier caso uno mismo decide (no sin dificultades pero sí con total libertad) qué es lo que elige para su propia vida. Usted ... ¿qué prefiere?.

1. Evite los pensamientos extremistas.


“Blanco o negro”, “todo o nada”. Este modo de pensar tiene categorías tajantes, sin grises. Esten los héroes o los perdedores, sin término medio. Cualquier pequeño tropiezo favorece la frustración. El perfeccionismo que se oculta detrás de este razonamiento paraliza la acción e impide ver que es posible aprender incluso de los errores y que hay pequeñas cosas que merecen ser reconocidas como fuentes de bienestar.

2. Detecte las generalizaciones.


Haber tenido una mala experiencia no implica que necesariamente se repetirá en el presente o el futuro (siempre que no siga haciendo lo que lo condujo al fracaso). Revise en qué circunstancias tiende a generalizar por vivencias negativas del pasado. Puede ser por problemas con personas (familiares, amigos, pareja, compañeros de trabajo) o situaciones sociales (fiestas, reuniones laborales, viajes). Una vez que las detecte, pregúntese cuál es la evidencia de que volverá a tropezar otra vez con la misma piedra.

3. Haga un esfuerzo por ver el medio vaso lleno.


Si pasa por alto cada vivencia positiva es porque (aunque no se dé cuenta) está eligiendo erradicar de su mente todo lo positivo que le traería bienestar y calma mental, y se permite registrar solo el desecho emocional. Es un callejón sin salida: con esa actitud lo único que conseguirá es alimentar el círculo vicioso del pesimismo. Haga el esfuerzo conciente de anotar todas las noches dos cosas positivas. Incluya las pequeñas (alguien le dijo algo lindo, el colectivo no se demoró, el clima es agradable). A medida que pasen los días, sintonice las experiencias positivas con aquellas cosas que disfruta y antes pasaba por alto (la música que más le gusta, la compañía de alguien, el sol a la mañana). Con el ejercicio verá que podrá rescatar, progresivamente, momentos del día en los que se sintió a gusto.

4. Disfrute de sus logros.


Reconozca y abandone el hábito de “buscarle el pelo al huevo” o “la quinta pata al gato”. No se trata de que se conforme sino, por el contrario, de que se relaje y disfrute. Si está haciendo un plan para bajar de peso y una semana no hay cambios... ¡felicítese por no haber subido! (el medio vaso lleno). Recién después revise qué hacer para alcanzar resultados que se ajusten a sus expectativas.

5. No saque conclusiones apresuradas.


Usted es pesimista, no adivino. Entonces lo que piensa puede jugarle una mala pasada. Si alguien se demora y no llega a horario, no es que lo dejará plantado... quizá perdió el colectivo. Si quedaron en llamarlo y no lo hicieron no significa que no lo quieran lo suficiente... tal vez el llamado se demore por algún contratiempo. Cada vez que saque una conclusión negra y apresurada, respire profundamente y revise qué es lo que lo lleva a imaginar finales tristes.

6. Deje de magnificar los problemas.


Haga de cuenta que sus ojos tienen una lente magnificadora de problemas a proporciones gigantescas. Mientras vea la vida desde este punto distorsionado no podrá alcanzar sus metas: le será imposible ver los problemas en tamaño real. Ajuste la proporción de lo que vive usando una escala práctica del 1 al 5. Lo que sucede es extremadamente difícil/insoportable (nivel 5) hasta normalmente soportable (nivel 1). Cuando haya puntuado la situación, revíselo con sentido común. Si se anima, converse con alguien de confianza y cuéntele lo que siente. Esté abierto a otras opiniones, averigüe qué sintieron o hicieron otras personas en una situación similar. Por lo general nada es tan terrible como parece a primera vista.

7. Deje de evaluar todo de acuerdo a cómo se siente.


Si es una persona pesimista tenderá a evaluar su vida desde un estado de ánimo negativo. Aprenda a desconfiar de sus emociones hasta que esté preparado para advertir que pueden traicionarlo. No es una persona insignificante aunque así se sienta. Ni es una persona inútil aunque algo no haya salido perfecto. Recurra a la lógica. A veces a pesar de que uno haga las cosas bien los resultados no son los esperados. Así es la vida... y eso no es tan terrible. Usted puede soportarlo.

8. Suelte el pasado.


Lo que debería haber hecho y no hizo... ya pasó. Deje atrás el ayer, deje ir el pasado. Ya no puede hacer nada por cambiarlo aunque se arrepienta de lo que haya hecho o dejado de hacer. Revivir permanentemente esto solo atrae frustración y amargura y lo hace seguir perdiendo la oportunidad de alcanzar el bienestar que se renueva todos los días.

9. Abandone las etiquetas.


Los pesimistas suelen tenen un soliloquio lleno de etiquetas autodegradantes. Al mínimo error que se comete este diálogo interno se dispara con recriminaciones tales como: “estúpido”, “idiota”, “perdedor”, “fracasado”. Reemplazar estos pensamientos negativos automáticos exige trabajo. No pretenda borrarlos de una día para el otro. Comience por reconocerlos en el preciso momento en que aparecen. Descubra en qué ocasiones se dispara el play y reproduce estas etiquetas y, cuando lo esté haciendo, deténgase. Pulse un stop mental de inmediato. Abandone concientemente (quizá con esfuerzo) esa reproducción. Diga “¡basta!” mentalmente o en voz alta. Deténgase y cambie el foco de atención intencionalmente. Recuerde que quizá hace tiempo que se autoetiqueta sin darse cuenta. De a poco empiece a reemplazar esas etiquetas negativas y pesimistas por otras. Haga una lista de sus virtudes, de sus cualidades positivas. No hay razón para que se maltrate con pensamientos autodestructivos.

10. Escriba un diario.

 

Anote sus pensamientos sin omitir ninguno. En lo posible, describa la situación detalladamente. De este modo podrá revisar cuáles son los disparadores de pensamientos pesimistas. Si, en cambio, descubre que fueron pensamientos positivos y conductas proactivas (que le permitieron encontrar una solución óptima a la situación) dése una palmada y propóngase aplicar ese recurso en otros ámbitos. La clave está en pensar en soluciones, en elaborar alternativas, en construir salidas que le permitan mejorar aquello que siente que no va como desea. Si se queda en el lamento permanente, rezongando por la vida que “le tocó”, podrá hacer poco para construir la vida que quiere vivir y, sin dudas, que se merece.


Prof. Dr. Alberto Cormillot

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